50 Verbos a usar para la palabra rezos

Al dar de las ánimas El toque postrero, Acabó una vieja Sus últimos rezos; Cruzó la ancha nave, Las puertas gimieron, Y el santo recinto Quedóse desierto; De un reloj se oía Compasado el péndulo, Y de algunos cirios El chisporroteo.

Una mujeruca del pueblo, que lleva el manteo a modo de capuz, suspira al terminar sus rezos y besa la tierra con la lengua.

A veces parecía prestar atención á algo que pasaba fuera del cuarto; salía, se paraba en la puerta poniéndose en escucha, volvía á entrar, se sentaba de nuevo, cogía el libro santo, leía un poco, pasaba con la vista hojas enteras, miraba á Clara, murmuraba un rezo, cerraba el in folio, lo volvía á abrir, y así sucesivamente.

Paquita se detiene un poco dentro del mirador y entonces su madre suspende el rezo, se levanta bruscamente y va con paso rápido hacia allá.

Anduvo por las naves, llamando la atención de las devotas, que interrumpían sus rezos al verle.

" 841 A la viuda, en cuanto pude, un trapo le manotié; busqué la ruda y al pie, puesto en cruz, hice mi rezo; pero, amigos, ni por eso de mis males me curé.

Doña Leocadia vuelve la cabeza y la sigue con la vista sin dejar el rezo.

No le han de valer rezos ni responsosvociferaba, ¡miren el muy hipócrita, que comía los santos y besaba la pezuña a los frailes, que se daba disciplinazos y se ponía cilicio, dejar en la calle a mi niño, a su hijo, tan hijo como ustedes y con tanto derecho a llevar su nombre! ¡Hipócrita santurrón! ¡La hipócrita y la deslenguada es usted!exclamó Pablo, furioso, cogiéndola del brazo y tirando de ella.

Nada ocurrió en la primera noche digno de ser referido, sino que el médico, no seguro aún del buen resultado, recomendó con más energía el reposo, y puso veto á los rezos y ejercicios místicos.

No bien se apareció su ama, la hizo una genuflexión para pedirla su bendición, porque él mismo acababa de dirigir el rezo de sus treinta o más compañeros en medio del batey, a la luz de las estrellas.

Mientras la patrona mecía su imaginación en este dulce sueño de burdel monstruo, la Petra entró en un cuartucho obscuro, lleno de trastos viejos; dejó la luz en una silla, puso una caja de fósforos, grasienta, en el recazo de la candileja; leyó un instante en un libro de oraciones, sucio y mugriento, con letras gordas; repitió algunos rezos mirando al techo, y comenzó a desnudarse.

Vió después que delante de muchos santos ardían velas primorosas, tan bonitas que parecían hechas por manos de ángeles, y oyó rezos y llantos.

¡Oh!exclamó Paulita, dejando definitivamente á San Juan Crisóstomo;me olvidaba de mi rezo.

Chamizo era, como católico, poco practicante; se le olvidaba muchas veces la misa del domingo y no daba gran importancia a los rezos.

Observó que buena parte del tiempo se dedicaba a ejercicios religiosos, rezos por la mañana, doctrina por la tarde.

Y recordó las palabras con que su madre empezaba el rezo vespertino: «El ángel del Señor anunció a María...».

Plácido tenía que decirle muchas cosas, y entrecortaba su rezo para irlas desembuchando.

El antiguo calavera pasaba días enteros encerrado en su habitación, y cuando no permanecía inmóvil con el aspecto de un hombre que no piensa en nada, se entregaba a interminables rezos por el alma de su esposa.

Con estos cálculos entremezclaba rezos modulados maquinalmente, y las sílabas de oraciones se refundían en sílabas de cuentas...

Abrió entre sus manos grasas y carnudas un libro cuyas páginas alumbraba un monigote con un cirio, y eruptó sobre el cadáver en latín bárbaro y gangoso algunos rezos con la pasmosa inconsciencia de un loro.

Algunos ratos, los pasaba yo rogando en alta voz junto a su lecho: su hermano, arrodillado en el umbral de la puerta, parecía escuchar el rezo.

La dulzura de las miradas, el ligero palpitar de los labios estremecidos por el rezo, no eran bastante a disipar la fascinación que con su hermosura despertaban.

La señora Page os presenta también sus más afectuosos cumplimientosy dejad que os lo diga muy en secretoes una esposa recatada y virtuosa, como la mejor que pueda haber en Windsor, y que jamás falta al rezo de la mañana y de la tarde.

(Va el cortejo, con sus sombríos crespones, por la calle silenciosa, de los cirios al reflejo, farfullando rezos tristes.

Miguel la veía igual á las dos mujeres del pueblo: una masa negra inmovilizada por el rezo y la súplica.

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