68 oraciones de ejemplo con tej

Anteriormente se decía que los sombreros de Panamá se tejían debajo del agua, lo cual no es enteramente exacto, por más que es necesario conservar la paja completamente húmeda mientras permanece en las manos del tejedor.

tejes al verano su guirnalda 5 De granadas espigas; la uva Das á la hirviente cuba: No de purpúrea flor, ó roja, ó gualda, Á tus florestas bellas Falta matiz alguno; y bebe en ellas 10 Aromas mil el viento; Y greyes van sin cuento Paciendo tu verdura, desde el llano Que tiene por lindero el horizonte, Hasta el erguido monte, 15 De inaccesible nieve siempre cano.

¿Y qué tejes? Hierros de lanzas, con licencia buena de vuestra merced.

Arriba, el cielo azul oscuro era como un viejo dosel florecido de lises de oro; abajo, los blancos copos tejían un tapiz sobre la tierra y posándose en las desnudas ramas de los árboles, trasformábales en extraños arbustos de alabastro.

Isidro Maltrana sabía que los tales «hombres» eran los redactores del periódico en que él trabajaba, los que tejían el artículo de fondo y la información política, los «pájaros gordos», como los designaba por antonomasia el empleado, viendo en ellos a los depositarios del secreto nacional, a los únicos profetas del porvenir.

Ebn Aljatib, un viajero arabe, alababa las hollas ó vestiduras que se tejían en Málaga que eran de varios colores y con preciosas labores de figuras que representaban Califas y otros personajes famosos, subiendo sus precios á muchos miles.

En ella se tejían telas con inscripciones, con emblemas para el uso del señor y de sus servidores.

Las cinco hermanas habían vuelto á sentarse: Tejían sus ramos en silencio, y entre la púrpura de las rosas revoloteaban como albas palomas sus manos, y los rayos del sol que pasaban á través del follaje, temblaban en ellas como místicos haces encendidos.

Tejían con algodón y hacían preciosísimas telas de plumas y de pelo de liebre ó de conejo.

Las dos mujeres, abrazadas en el sofá, tejían lástimas y consuelos como si estuvieran duchas en tan amargos lances de vergüenza y dolor.

El maestro de escuela, con unos treinta muchachos, tejían coronas, sujetaban banderas á los delgados pilares de caña, cubiertos de lienzo blanco abollonado.

En otros se ejercía un peregrino tormento que casi parecía incomprensible en nuestro mundo terrenal, á pesar de que está lleno de telares, y es que tejían unos con otros á los condenados, enlazando piernas con brazos y brazos con cabezas, para formar una cuerda ó ristra, la cual se entretejía con otra hasta formar una gran tela de dolor y lamentos.

Unos preparaban los lagares, otros fregaban las tinajas; éstos tejían canastas y cestos ó afilaban hoces pequeñas para cortar los racimos, y aquéllos disponían la piedra ó la viga para estrujar las uvas, ó machacaban mimbres y sarmientos secos para hacer antorchas á cuya luz trasegar el mosto de noche.

Nadie, pues, llevaba á pacer el ganado ni se asomaba á la puerta, sino todos encendían gran candela en el hogar, no bien cantaba el gallo, y ya hilaban lino, ya tejían pelo de cabra, ya tramaban lazos para cazar pájaros.

Otros esclavos semitas hilaban y tejían la lana, el lino y el cáñamo; forjaban las armas y utensilios de bronce, porque el hierro no se trabajaba aún; curtían y adobaban las pieles; desempeñaban varias industrias más elegantes, y hacían, por último, el comercio.

En el nimbo plata de cada lamparilla, las arañas, silenciosas, tejían su traición.

Había que comprar mucho hilo, dar trabajo á muchas mujeres de las que tejían red, para explotar cumplidamente el redolí.

No cultivaban la tierra, ni labraban el barro, ni tejían, ni hilaban.

Cultivaban las mujeres la tierra, y de ella cogían, entre otras cosas, maíz y patatas, fabricaban ollas, hacían cestos y tejían mantas, en tanto que sus maridos, hijos y hermanos cazaban, pescaban o se preparaban para la guerra.

Hilaban y tejían, adobaban las pieles, eran hábiles alfareros, cultivaban la tierra y recogían mucha cantidad de maíz.

Tenía que ver á Mopso el arquero arriba en la Acrópolis, y emprendió la ascensión por calles tortuosas pavimentadas de guijarros, con blancas casas, en cuyas puertas hilaban y tejían la lana las mujeres.

Allí vieron que los hombres iban desnudos, mientras que las mujeres mostrábanse «muy honestas en el vestir», usando túnicas de algodón que ellas mismas tejían, con medias mangas y una falda hasta la rodilla, y por encima otra falda de gamuza curtida que llegaba hasta el suelo y se amarraba por delante con unas correas.

Eran los únicos indios que se dedicaban al pastoreo, y sus grandes rebaños de llamas eran un importante venero de riqueza; mientras que los géneros de lana de camello que ellos mismos tejían, no desdeñaban usarlos las empingorotadas damas españolas.

Cultivaban el maguey, el maíz, los plátanos, el algodón, varias plantas medicinales y el cacao, tejían admirablemente el algodón y le teñían con vistosos colores.

Diversos pareceres y contrarios allí se dan, según lo que entendían: traiciones varias con engaños varios unos inventan, y otros las tejían; mas dejando consejos temerarios, la muerte de esta gente pretendían con mañas más sutiles y mejores, sobornando los falsos regidores.

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